domingo, 30 de diciembre de 2012

Perdón

El otro día estaba hablando con una amiga sobre perdonar y concluimos que existen dos clases de personas.

El primero consiste en personas que realmente olvidan, no vuelven a sacarte en cara lo que pasó y te siguen viendo con la misma mirada de amor que al comienzo. Realmente es un nuevo comienzo.

El segundo grupo dice que perdona, vuelve a tratar, pero aún tiene el trauma por lo que pasó y va a volver a mencionarlo en peleas hasta que sienta que puede volver a confiar; lo cual toma tiempo y esfuerzo de la otra parte y puede ser muy cansado.

Ella se identificaba dentro del primer grupo y yo dentro del segundo. Y sí, eso suena medio tóxico, yo creía que era del grupo de los primeros, hasta que lo viví y me di cuenta que seguía esperando a que esa persona falle porque no percibía que algo hubiera cambiado. Y justamente el problema era que tenía que confiar en mi percepción, sin saber realmente si yo tenía razón y terminó siendo una situación demasiado tensa.

Lo saludable sería que todos seamos como el primer grupo, pero implicaría que quien te cagó no se va a aprovechar de eso. Supongo que eso ya depende de quién fue y de si consideras que realmente merece tu confianza.

En fin, quería saber, ¿uds dentro de qué grupo se identifican?
Dejo una encuesta a la derecha, después de mucho tiempo :)

C'est tout.
 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Cuando una puerta se cierra...

Ayer estaba en la casa de mi ex -porque al parecer tengo la fuerza de voluntad de un drogadicto frente a su droga favorita- hablando una vez más del final de todo y del final final final que por algún motivo me niego a aceptar. En fin.


Hablábamos de mi egoísmo, que fue la causa principal de muchos de los problemas en la relación. En un momento dije "¿Sabes qué? Ya no voy a pedir que me regalen un perro, ese debe ser el epítome de mi egoísmo. Vivo en un departamento en el que me dan todo, mis papás se sacan la mugre para poder darme lo que tengo, y siempre pido ese más que nunca me van a dar. Mi hermano menor le tiene miedo a los perros, el siguiente es asmático y le acaban de decir que nunca tenga mascota, y el mayor simplemente no quiere uno. Mi mamá dice que la casa es muy chiquita, es alfombrada, nadie más se quiere hacer cargo. Y yo sigo ahí, fastidiando, infeliz porque considero que tener mascota es un derecho del que me están privando. Pedirlo es mi muestra máxima de egoísmo. ¿Sabes qué? Si en verdad quiero ser mejor persona, tengo que dejar de hacerlo. Debo dejar de permitirme ser tan egoísta, debo dejar de pedir un perro."


Y así decidí nunca más mencionar el tema.




Sure enough, volvió a salir a flote hoy; pero de una manera inesperada.

Madre me pidió que llame a una amiga suya por teléfono, terminó siendo un número equivocado. Too bad, le dije. Ella me miró y me dijo "si supieras para qué quiero hablar con ella, estarías esforzándote por conseguirlo." Así que pregunté. Al parecer, la vecina de su amiga tenía una pug que había tenido muchos cachorros y habían tratado de venderlos pero quedaba uno del que no se podían deshacer, así que ofrecieron regalarnos un pug. Regalarnos un pug. Mi sueño desde hace años. Y mis papás aceptaron.

Oh Dios mío el cielo se abrió y los pájaros cantaron de nuevo -por cierto es la segunda vez en la semana que pasa eso.

Mientras hacía todo lo posible por contactarme con esta amiga de mi mamá, no pude evitar pensar en karma y demás cosas de equilibrio cósmico. 

Hay una cita que memorizamos en clase una vez para un experimento -"La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y algo que esperar"- que vuelve a mi cabeza bastante seguido.
Ahora que todo se acabó entre dicha persona y yo (ok, se acabó hace meses, ahora que lo acepto un poco más), me quedé con las expectativas de lo que sería, fechas que van a pasar ahora sin mayor importancia, como cumplir otro mes o el puto beso de año nuevo o lo que sea -¿notan mi gran superación ahí?-. En fin. 

Esta semana al parecer el universo decidió equilibrar un poco para que no me vaya al hoyo y ¡puf! el lunes de pronto anunciaron que viene The Killers. Ese día el sol brilló como nunca y lancé las sonrisas más sinceras a todos los que vi -por lo menos por unas horas-. De nuevo tenía algo que esperar. Y hoy ¡puf! puede ser que por fin realice el sueño de toda la vida, algo que amar incondicionalmente, porque los perritos son lo mejor que hay (mierda sueno needy as fuck). 



Después de saber esto de nuevo sentí que lo podía todo, yo contra el mundo, yo contra todos los sentimientos negativos o las ganas de regresar a una situación que está lejos de ser ideal. De nuevo me sentí fuerte (?). Por supuesto, eso no puede durar mucho porque estoy enfocando mi felicidad en estímulos externos cuando en realidad debería surgir de mí, pero ya pues, poco a poco.


Y tuve razón. Al rato cuando obtuve más información sobre todo lo del perro me enteré que el lindo pug en realidad no es un bebé, tiene dos años, nombre, y una familia que por algún motivo no puede quedárselo. Uhm, situación menos que ideal. Y de nuevo tuve ganas de buscar a esa persona. Verán, nuevamente tenía todas estas expectativas altísimas (condenada a desilusionarme, caracho), en las que tenía un pug bebé al que miraba crecer conmigo y llamaba Tito. Estudiaba con él a mi lado y se echaba conmigo y éramos felices. Ahora, un perro que ya tiene otra familia, otro nombre que no es Tito, está acostumbrado a todo otro grupo de personas... ¿cómo manejo algo así? ¿cómo sería tener un perro que ya tiene dueños? El cambio debe ser fuertísimo para el pobre bebé de 2 años. 
¿Quiero dejar de lado mis expectativas?

Ayer me hice a la idea de que no pasaría mientras viva en esta casa. Hoy pensé en que sería ideal. Luego supe que no. ¿Lo quiero? Siempre pensé que estaría más segura -creo que realmente no quiero hacer semejante compromiso bajo un esquema diferente pero ¿no es eso aún más egoísta? el perro necesita un hogar.


Esta semana mientras cerraba una puerta -aunque cada vez que pienso que la cierro resulta que solo la dejo junta- se abrieron dos puertas más. Una de las oportunidades ya la aproveché (tengo entrada, nos vemos el 4 de abril bitcheeeessss), la otra creo que simplemente la cerraré. 


Ya tengo algo que hacer (finales hasta el 21, wuju), algo que esperar y algo que amar que no será el perrito: a mí. No de una manera egocéntrica, pero de la manera en la que pruebe mi fuerza de voluntad, ponga el pare a una situación que ya no me hace bien y aprenda a estar sola conmigo de nuevo. Volver a encontrar la felicidad dentro de mí, porque por tratar de encontrarla afuera ya me equivoqué lo suficiente. Encontrar el equilibrio que pensé tener alguna vez.

Ya se cerró esa puerta y me abre a nuevas oportunidades.

Como decía Hesse en Siddhartha:

"Cuando alguien busca -dijo Siddhartha-, suele ocurrir fácilmente que sus ojos solo ven la cosa que anda buscando, que no puede encontrar nada, que no deja entrar nada dentro de él, porque siempre está pensando en la cosa buscada, porque tiene un fin, porque está poseído por este fin. Buscar significa tener un fin. Pero encontrar quiere decir ser libre, estar abierto a todo, no tener un fin. Tú, venerable, quizá eres en realidad un buscador, pero aspirando a tu fin no ves muchas de las cosas que están cerca de tus ojos."

Al seguir regresando a esta persona me estaba empecinando en recuperar algo que ya no está, y al hacerlo me cerraba a muchas más cosas. Sé que vuelvo ya no solo por amor a esta persona, sino por miedo a lo que viene porque no lo conozco. Es como cuando una canción se queda pegada en tu cabeza, tu cerebro está tratando de que mantengas el mismo estado de ánimo que tenías cuando la escuchabas. Pero, ¿qué hay después? ¿qué estás evitando sentir? 

Tengo miedo, sí, pero este camino ya no lleva a ninguna parte. Debo superarlo y dejar de cerrarme; dejar ir esa idea de lo que pudo haber sido y continuar. Podrían haber cosas mejores adelante. O no. No lo sé. Ahora lo tengo que averigüar.