miércoles, 21 de enero de 2015

I wanna get better


Día 1.

Siempre que la salud mental dependía exclusivamente de uno mismo, después de todo, it's all in your mind. Pero quizás, solo quizás, a veces existir es más difícil, aún sabiendo que si te levantas un día y decides cambiar, deberías poder. 
¿Pero qué pasa cuando te repites esto mil veces pero sigues tirado en tu cama? Cuando pasas horas diciéndote "Si no me levanto ahorita, la cago", "si no comienzo a pintar, voy a arruinarlo todo", "debería hacerlo ya", pero no te mueves, solo no te mueves.

Los últimos meses los pasé así, tirada. Perdí toda sensación del deber. "Debería hacer el informe", "debería pintar", "debería hacer deporte", "debería alistar mis cosas", debería. Sin embargo, no. Paralizada. No hice nada. Y siempre pude no hacer nada, o hacer poco, y salvarlo al final, pero esta vez ya no pude. Porque nisiqueira pude pararme para salvarlo. Solo me quedé tirada, viendo todo hundirse. 

Y da miedo. ¿Qué pasa si ya no soy capaz? ¿Si ya no soy inteligente? ¿Si aún dando lo mejor de mí no puedo lograrlo? ¿Todavía quiero lo que quise? Creo que sí. ¿Todavía me importa? La meta sí. ¿Por qué no me esfuerzo para alcanzarla? Porque estoy tirada. ¿Por qué estoy tirada? Porque no puedo lograr que me importe lo suficiente. 

¿Quiero mejorar? Sí. ¿Voy a mejorar? Ahora no lo creo. Debería poder sola. Debería.

Solía estar motivada. Solía sentarme a trabajar, pasar fines de semana haciendo proyectos, avanzando las cosas, enseñándole a otros y tratando de motivarlos. Ahora no puedo sentarme. Siempre siento que podría estar haciendo algo más divertido. Perdí el sentido del deber y pasé demasiado a vivir en el ahora y las satisfacciones instantáneas. Y aún escribiéndolo ahora y sabiendo que está mal, no me veo cambiándolo. No veo la constancia, no veo el compromiso. Ni aunque lo buscara, no lo veo. Pero sé que, objetivamente, debería poder.

Esta vez no lo haré sola. Porque debería poder, pero veo que no quiero, y sola siempre encuentro justificación para no hacerlo. Y no quiero seguir tirada, pero no veo otro camino. Me da miedo no ver otro camino, pero sé que existe y debo tomarlo. 

I wanna get better.

miércoles, 14 de enero de 2015

Todavía tengo miedo

Todavía tengo miedo
de que me quieran demasiado
de ver a tus ojos y que no me quieran suficiente
de querer que me quieras más
de quererte más
de querer.


Tengo miedo de necesitarte
de querer que estés ahí siempre
o de que no estés ahí
o de que estés pero no a mi lado
o que no quieras estar a mi lado
o de no querer que estés.

Más de olvidarme de mí.


Todavía tengo miedo de todo
de todo lo que no existe
y anhelo que exista
y no dejo existir


Todavía tengo miedo.

miércoles, 7 de enero de 2015

Unión Civil Ya

Nota previa: Escribí esto para la clase de un amigo más o menos a comienzos de noviembre. Condensa lo expuesto a lo largo de las entradas del blog, pero como no escribo hace tiempo pensé en compartirlo por mientras. :)

El proyecto de Unión Civil No Matrimonial entre personas del mismo sexo fue presentado al congreso en setiembre de 2013 y desde entonces ha desatado fuertes opiniones tanto a favor como en contra. 

Este proyecto propone otorgarle los mismos beneficios de pareja que gozan las parejas casadas a las parejas homosexuales que deseen unirse civilmente, a excepción del derecho a adoptar hijos juntos. La idea no suena descabellada tomando en cuenta que las parejas homosexuales actualmente se encuentran al margen de la ley y suelen pasar por muchas dificultades por la falta de legislación que las regule; sin embargo, los argumentos opositores abundan.
"Llevan muchísimos años viviendo así, ¿por qué tienen que cambiarlo ahora?", "¿pero cuáles son realmente las posibilidades de que no los dejen entrar al velorio de su pareja?", "no son los derechos humanos más importantes a reclamar", "no importa si es justo o no, la ley es así", "no estamos listos." Estas razones son, francamente, espeluznantes, pues reflejan la voluntad de las personas para perpetuar desigualdades con tal de no ver su realidad ligeramente perturbada, olvidando que hablan de seres humanos, reales, con una sola vida.

Las parejas homosexuales siempre han existido y lo han hecho hasta ahora al margen de la ley y la sociedad, por ser tildadas de inmorales, enfermas y por poco señal del apocalipsis. Se les ha pedido abstinencia para ser aceptados, castidad para ir al cielo, y escondite si deciden existir. Y nada de eso es justo.

No existe una razón válida para que deba ser así, no más allá del “me incomodan y deben adecuarse a mí”, no más allá de la incapacidad tremenda de ponerse en el lugar del otro. Siempre ha sido más fácil deshumanizar al diferente que admitir que nunca debió existir esa desigualdad y se deben dar las disculpas del caso. Siempre ha sido más fácil voltear la mirada. Pero, ¿hasta cuándo?

La semana pasada el Poder Judicial se convirtió en la cuarta entidad del estado en mostrarse a favor, llegando a decir que “reivindica los derechos de la minoría homosexual, los incluye y los acepta. Además de fomentar la igualdad y el respeto por nuestros semejantes.” Pero, a pesar de contar con este respaldo, el proyecto sigue estancado en el congreso. Entonces, ¿qué falta?

Superar una gran traba, la que dice “el matrimonio tiene como fin recrear y una pareja LGTB no puede lograrlo de manera natural; además, existen otras maneras, a través de contratos y notarios, mediante las cuales se pueden obtener casi todos los beneficios solicitados; no se legisla según sentimientos.”

Y, hasta cierto punto, es verdad. En papel. Porque reducirlo a esto es negar una verdad fundamental: El ser humano es un ser social, y reconocerse y ser reconocido por los demás en sociedad es parte fundamental de la dignidad humana.

Si se tratara solo de un contrato entre dos personas no existirían las ceremonias, los vestidos de novia y las infinidades de publicaciones que aconsejan cómo celebrar el gran día. Si fuera una cuestión de tener hijos serían obligatorias las pruebas de fertilidad y firmar un compromiso con el estado para reproducirse; pero todos saben que no es así. En realidad, es un símbolo, como tantos otros que ha instaurado el humano dentro de su experiencia en la Tierra, y quizás sea el más grande de todos, porque implica un compromiso de por vida. Es un símbolo de madurez, de responsabilidad, una manera de proclamar a todas las personas importantes de la vida de los contrayentes, y la sociedad civil, que se decide comenzar una vida en común, junto a una sola persona, prometiendo fidelidad y compromiso hasta el fin; es una manera de celebrar el amor.

Y eso, ese rito, es lo que no se quiere otorgar, porque no se quiere equiparar ese amor al heterosexual, porque no se quiere reconocer que la capacidad de enamorarse, amar, y comprometerse no es exclusiva de los heterosexuales, porque no se quiere reconocer que estos seres percibidos como extraños y erróneos tienen exactamente las mismas capacidades que uno.

Peor aún: no importa aplastar, aislar e invisibilizar a otra generación de jóvenes LGTB con tal de no salir de la zona de confort y verse obligado a enfrentar una realidad diferente a la propia, y esto es, sinceramente, de lo más mezquino que se puede hacer.

Ya es hora de reivindicar, de proteger, de reconocer a estas personas que se sienten tan enamoradas como cualquier otra, que pasan por los mismos problemas de pareja, que también deciden día a día comprometerse y amarse, y por alguna razón se les niega la oportunidad de vivir su amor con la libertad y plenitud merecida, tomada como un hecho por tantos, todo por un cromosoma de diferencia. Y no, no hace la diferencia. Es momento de detener esa segregación sin sentido. Es momento de Unión Civil.