jueves, 3 de agosto de 2017

El clóset y el miedo

Me siento a escribir una entrada después de casi un año porque hoy en el trabajo, mientras yo escuchaba música bajito, alguien me llamó y me asusté tanto que mi corazón sigue fuera de su sitio. Y sí, sé que no es una reacción normal. Es que todavía tengo miedo.

Todo nace a partir de el clóset.

Verán, en el 2011 me enamoré de alguien que también se enamoró de mí, y fue mágico y feliz por un tiempo. Esta persona me hizo darme cuenta de que sí podía tener una relación, no había algo malogrado en mí como pensaba. Y esta persona también era mujer. Y aunque eso no es un problema en sí, para mí suponía un problema.


Mis papás no lo iban a aceptar. Lo dejaron claro. Yo lo sabía. Y por eso me aterraba que supieran.

Me pasé los siguientes dos años y medio calculando cada movida mía, cada interacción, mirando a cada persona del restaurante para asegurarme de que no hubiera un conocido cerca. Tomando y soltando su mano en la calle por miedo a que me vieran. Usando pronombres neutro cada vez que me refería a mi pareja en público -y siendo soltera ante ellos. Siendo incapaz de denunciar abiertamente la violencia que recibimos porque ellos no podían saber. Rogándole a las personas que por favor no lo comentaran, sí, sé que es un gran chisme, sí, sé que la gente del colegio no se lo esperaba, pero por favor dejen de contarlo, no hemos hablado en dos años, esto es mi vida real, no quiero ser el chisme de la promoción (igual lo fui). Mirando siempre sobre mi hombro. Teniendo miedo.

Cuando la relación terminó, de forma dolorosa e irreparable, pensé que por fin el martirio había acabado. La siguiente vez quizás podría enamorarme de un hombre. En verdad podía estar soltera sin problemas. Si me volvía a enamorar de una mujer ya no afrontaría las cosas así. Podía estar tranquila. Pero pronto me daría cuenta de que no era así. Quedaban las secuelas.

Me asustaba cuando la gente me hablaba sin que yo me diera cuenta de que estaban ahí, saltaba del miedo. Si estaba durmiendo y había un ruido inesperado, me despertaba sobresaltada. Todavía me daba miedo expresar cariño -incluso heterosexual- en la calle.

Así que decidí contarles. A ver si acababa con eso que me decía que todavía estaba haciendo algo que iban a desaprobar. A ver si dejaba de sentir que me estaba escondiendo cuando ya no era así. 

Los senté, hablé, lloré. Claramente no estuvieron felices, pero no me botaron de la casa. Solo me pidieron que no le cuente a mis hermanos y que, si volvía a tener pareja, no la traiga ni hable de ella. Like, ever.

En fin. Pensé que todo había acabado ahí.

Tampoco.

Seguí asustándome. Una vez estaba durmiendo con una de mis mejores amiga porque iba a viajar y no ha iba a ver en muchos meses, y la quiero mucho y porque somos amiga, solo estábamos durmiendo, y sonó la alarma de mi celular y me asusté tanto, TANTO, que salté y golpeé la pared del cuarto con mi cabeza, dejando la marca de mis labios en ella.

Han pasado tres años desde que salí del clóset.
Estoy en una relación sana, feliz, sin mentiras. Sí, sin venir a casa, pero prefiero eso a tener que esconderme.
Han pasado tres años y todavía tengo miedo de que alguien esté viéndome sin que me dé cuenta, de que usen lo que hago en mi contra. Todavía salto cuando me hablan. Todavía me asusto al despertar.

No cuento esto para dar pena ni mucho menos, solo para que reflexionen un poco sobre lo que puede significar estar en el clóset y las secuelas que eso deja. Para que se den cuenta de que si alguien les pide "por favor, no cuentes esto, por favor, no estoy listo", por favor lo respeten. 
Para que no le hagan esto a sus hijos.
No los hagan mentir, no los hagan sentirse inseguros.
La carga emocional de tener que estar ocultando algo tan grande en tu vida y tener que autocensurar cada cosa que dices es inmensa. Inmensa y dolorosa y no se la desearía a nadie.

Va a seguir pasando y en líneas generales tuve suerte, aún tengo donde dormir, así no sea donde puedo pasar el día, puedo estar con mi perro, así no pueda hablar sobre lo que hago día a día. Así me pongan cara de asco cuando lo cuento. En general, estoy bien y tuve suerte.

Pero no tenía que ser así. No tendría que ser así. Yo solo quería tener 19 años y estar feliz y enamorada, sin tantas complicaciones. Quería poder contarle a mi mamá. Quería poder presentar a mi pareja. Sobre todas las cosas, quería poder decir la verdad.

Nadie debería tener que ocultarse ni vivir con miedo. 
Realmente espero que deje de ser así. 

1 comentario:

alvaro a dijo...

Yo quiero ser optimista. El siglo pasado se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Algunos dicen que las personas son solamente animales que pretenden justificar racionalmente sus pensamientos irracionales. Dicen estamos programados para temer a lo que es extraño a nosotros y abrazar lo que nos es familiar.
Pero quiero ser optimista. Progreso se está haciendo. Con esfuerzo, y un poco de suerte, habrá un futuro donde chicas y chicos no tendrán que pasar por lo que te sucedió.